Como individuos estamos acostumbrados a sentirnos generalmente bien. Nunca nos hemos puesto a pensar que durante nuestra interacción con el entorno estamos expuestos a constantes desafíos que pueden llegar a desequilibrar ese estado que conocemos como físicamente saludable. Es más, llegamos a pensar en lo bien que estábamos hasta que un evento de salud desafortunado nos lo recuerda.
¿Qué es lo que nos ha mantenido la mayor parte del tiempo saludables?
Hoy trataremos de contestar a esa pregunta desde nuestro sistema ancestro de defensa. Son muchas las formas en las que nuestro cuerpo se defiende sin que nos demos cuenta.
Por ejemplo, sucede que en la piel aparte de ser la primera barrera de protección, existen microorganismos que conviven con nosotros y producto de esa relación obtenemos moléculas que no permiten la proliferación de bacterias nocivas.
Cambiamos la última capa de piel aproximadamente cada cuatro semanas, ese recambio o sea la caída de esa capa llevará contenida cualquier cosa que se haya adherido a esas células.
En el recubrimiento interno del sistema respiratorio hay vellosidades que con un movimiento constante arrastran el moco hacia el exterior y éste a su vez contiene cualquier microorganismo que haya querido ingresar por nuestra nariz.
En nuestros ojos esas lágrimas que permiten humedad constante para lubricación contienen otras moléculas antimicrobianas producidas por nosotros mismos.
Un ejemplo más, nuestra saliva es todo un repertorio de armas biológicas contra microorganismos, gran cantidad de proteínas se dedican a detener, neutralizar, perforar, y destruir. ¿No fue suficiente? Bueno nuestra siguiente carta bajo la manga es la acidez que se produce en nuestro estómago, disolverá a cualquier extraño que llegue hasta ahí después de haber sido tragado.
Estos son unos poquísimos ejemplos de lo que conocemos como inmunidad innata, nuestra primera y más antigua línea de defensa contra agentes dañinos. Es la línea encargada de contener y hacer tiempo mientras se activan otras defensas mucho más específicas que tratarán más efectivamente la amenaza biológica que nos reta.